Contaminación por plástico en el medio marino ¿es suficiente una Ley de plásticos de un solo uso para el Perú?
Escrito por: Ian Vázquez Rowe. Profesor asociado del Departamento de Ingeniería, PUCP, miembro de la Asamblea de INTE-PUCP y coordinador de la Red Peruana Ciclo de Vida y Ecología Industrial (PELCAN).
La relación del ser humano con el medio marino se ha caracterizado a lo largo de los siglos por un profundo respeto hacia el océano, que tantos marineros ha engullido en tempestades y batallas navales. Sin embargo, como organismos terrestres que somos, la inmensidad de los mares nos ha transmitido siempre una sensación de que sus recursos no son perecibles. Esta falsa percepción nos llevó a esquilmar las poblaciones de ballenas entre los siglos XIX y XX, y a llevar hacia el colapso a numerosas pesquerías en diferentes zonas del planeta en la segunda mitad del siglo XX.
En la actualidad parece que hemos aprendido la lección y se han desarrollado importantes sinergias entre los institutos oceanográficos y las autoridades encargadas de gestionar la biomasa marina. Por ello, si bien la sobreexplotación de los océanos persiste, las predicciones más pesimistas de hace un par de décadas se han desvanecido.
En la actualidad, los principales riesgos para el mundo marino por parte de los humanos, curiosamente, son consecuencia de actividades fundamentalmente terrestres. La emisión de enormes cantidades de gases de efecto invernadero (que aumentan la temperatura y la acidez del océano), o el vertido masivo de nutrientes a través de ríos y plantas de tratamiento de aguas son algunos ejemplos recurrentes. Sin embargo, en la última década, ha surgido un importante peligro ambiental al que hemos vivido de espaldas durante décadas: la acumulación de residuos plásticos en los cuerpos de agua, especialmente mares y océanos.
Los plásticos, sean de mayor o menor tamaño, se acumulan, fragmentan y degradan en los océanos, siendo un riesgo para los organismos marinos, que pueden ingerirlos de manera accidental o pueden sufrir estrangulamiento o asfixia. La exposición al plástico aumenta la mortalidad y afecta al crecimiento y reproducción de las especies, además de ser una amenaza para los seres humanos, a través de la ingesta de pescados y mariscos.
Algunas publicaciones recientes pronostican que en el año 2030 se emitirán en torno a 53 millones de toneladas de plástico al océano, el triple que en 2016. Para evitarlo, un número creciente de países ha comenzado a legislar para reducir el flujo de plásticos a las corrientes de agua. La medida estrella de muchos gobiernos, como el peruano, ha sido crear una ley que limita el uso de plásticos de un solo uso. La Ley 30884 prohíbe o restringe progresivamente el uso de decenas de productos de nuestra vida diaria, como bolsas, cubertería para cumpleaños o reuniones familiares, o envases de la industria agroalimentaria, incentivando su sustitución por materiales alternativos.
La ley sin duda sienta los cimientos para una revolución en la industria del plástico. Sin embargo, a efectos prácticos, su utilidad es mayor en países desarrollados con sistemas de gestión de residuos robustos. En países como Perú, la principal fuente de residuos plásticos en el océano procede de la gestión inadecuada en la disposición de residuos, que se acumulan en botaderos informales y clandestinos. Los residuos allí almacenados fácilmente penetran en la naturaleza a través del viento, la filtración al suelo o la escorrentía de las aguas superficiales. Las imágenes de botaderos en las orillas de los ríos son desgraciadamente comunes en muchas regiones del Perú y solo una inversión decidida y continuada en el tiempo permitirá comenzar a eliminar los miles de puntos de vertido.
En conclusión, revalorizar y reducir su disposición final son estrategias importantes en la eliminación de los flujos de deshechos plásticos que llegan a nuestros océanos. Sin embargo, solo una mirada integral y holística a nuestros sistemas de gestión de residuos permitirá que Perú reduzca sus emisiones plásticas al océano y otros cuerpos de agua en la próxima década.
El autor agradece el trabajo de investigación realizado sobre plásticos marinos con Diana Ita y Ramzy Kahhat.
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