Opinión | Habitabilidad sostenible y dimensión humana, por Sofía Rodriguez Larraín*
La dimensión humana es uno de los tres pilares del desarrollo sostenible, según lo define el Informe Brundtland de 1987, también llamado “Nuestro Futuro Común”. Se pone en cuestión el modelo de desarrollo económico globalizador por el costo que implica sobre la conservación del medio ambiente. Más de treinta años después, cuando 54% de la población del mundo es urbana, con una proyección al 66% en 2050 (ONU), cabe preguntarse cuál es el espacio de la dimensión humana en el hábitat de hoy. Las grandes concentraciones urbanas de los países en desarrollos como el nuestro, sin planificación ni habitabilidad básica, son organismos dependientes de los recursos de una naturaleza común que es depredada y contaminada: el ser humano destruye su propia casa. Y nuestra casa es amplia, diversa y rica.
El derecho a un hábitat digno, es uno de los derechos fundamentales de las sociedades humanas. Promovido por los organismos mundiales, figura por lo menos en tres de nuestras políticas públicas: la número19. Desarrollo sostenible y gestión ambiental; la número 21. Desarrollo en infraestructura y vivienda; la numero 34. Ordenamiento y gestión territorial. Todas apuntan al desarrollo saludable de la vida en un entorno adecuado, pero ¿cómo lograrlo?
Probablemente la planificación sea una de las primeras metas a cumplir. Una planificación urbano-territorial que debe entender que la población urbana es rural y que la población rural es urbana. En efecto, Lima y las grandes ciudades del país son atractores recientes de poblaciones campesinas migrantes de todo el país y su planificación no puede dejar de lado los vínculos hechos de los intercambios económicos, familiares y culturales entre sus habitantes. De la misma manera, el desarrollo territorial organizado debe tomar en cuenta la movilidad que caracteriza a las sociedades andinas entre los diferentes pisos ecológicos y sus recursos biodiversos complementarios.
La idea de hábitat contemporáneo sostenible, no puede surgir sin una definitiva vocación de paz, implícita en el derecho a la vivienda digna y a espacios de vida igualitarios en el campo y la ciudad. En este sentido, el reconocimiento, el respeto y la interpretación contemporánea de saberes locales ancestrales permiten el desarrollo de soluciones pertinentes para la habitabilidad sostenible adaptada a los entornos más diversos.
Hoy surgen experiencias exitosas de mejora de la calidad de vida en propuestas colectivas a pequeña escala, de proximidad, que promueven el intercambio de conocimientos en vez de la compra venta de servicios, el trueque, la ayuda mutua para la realización de obras. La gran ciudad es un conjunto de barrios, hay que trabajar desde las escalas locales más cercanas a la persona y a la vida cotidiana para que las propuestas demuestren la variedad de la dimensión humana.
Desde la academia, a partir del intercambio multidisciplinar, es nuestra tarea investigar y difundir propuestas para la mejora del hábitat en todos sus aspectos, con una visión holística sobre la vivienda, el barrio, la ciudad y el territorio y en la búsqueda de la conservación del medio humano.
Sofía Rodríguez Larraín. Arquitecta por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Docente de la Sección Arquitectura del Departamento De Arquitectura. Coordinadora del Grupo de Investigación Centro Tierra, adscrito al INTE-PUCP.
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