Fabian Drenkhan: “Es imposible detener el derretimiento de los glaciares peruanos”
- Entrevista: Daniel Contreras Zuloaga
Nuestro país ha perdido más de la mitad de su área glaciar en las últimas cinco décadas. De acuerdo con Fabian Drenkhan, investigador del INTE-PUCP, se prevé que en el mediano plazo los glaciares a baja altitud del Perú desaparecerán, lo cual tendrá un impacto negativo en la cantidad y calidad de agua de las cuencas cercanas altoandinas, así como en los ecosistemas y poblaciones que dependen de ellas.
A 5300 metros sobre el nivel del mar, la estación de esquí de Chacaltaya, Bolivia, solía ser la más alta del mundo. A solo 30 kilómetros de La Paz, era un destino muy popular entre residentes capitalinos de clase media y alta. En 2010, el glaciar donde se ubicaba desapareció. Hoy, solo los remontadores y telesillas quedan como un recuerdo de lo que alguna vez fue un concurrido centro de esquí.
Este ejemplo de un país vecino ilustra una realidad que no es ajena al Perú. Según datos del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (INAIGEM), nuestro país ha perdido un 53% de su área glaciar en los últimos cincuenta y cuatro años: cerca de 1% por año. Esta tendencia continúa en la actualidad, impulsada por el calentamiento global.
En esta entrevista, el investigador del INTE-PUCP Fabian Drenkhan, experto en glaciología y recursos hídricos, discute las consecuencias de ello para el Perú.
¿Cuáles son los efectos a corto y mediano plazo del derretimiento de los glaciares en el caso peruano?
En el corto plazo, es decir, en los próximos años, todavía podremos observar la presencia de los glaciares, aunque enfrentan una reducción considerable con cada año que pasa. Sin embargo, si miramos a un horizonte de mediano a largo plazo, a lo largo de décadas, es probable que muchos glaciares pequeños y de baja altitud desaparezcan por completo. Esto dejaría solo los glaciares más grandes y de mayor altitud, aunque también disminuidos en tamaño y retrocedidos. Por ejemplo, los glaciares del Ausangate y el Huascarán, que se elevan por encima de los 6000 metros, podrían persistir durante este siglo según algunos estudios.
¿Cuánto tiempo tomaría este proceso?
En el peor de los casos y para áreas de menor altitud, son cuestiones de pocos años, o de una a dos décadas. Hay ejemplos de esto en Sudamérica. El primer país en perder completamente sus glaciares y tener un paisaje post-glaciar será Venezuela. En este momento, está perdiendo su último glaciar, el Pico Bolívar.
Lo mismo ocurre en Perú con varios glaciares. Por ejemplo, un glaciar como el Pastoruri, a 5100 metros, está en un proceso de desaparición acelerada y es uno de los que más ha retrocedido, incluso se ha dividido en dos. Aunque aún tenga algo de masa glaciar, su desaparición es inevitable.
¿Cuáles son las implicancias de esto?
Una de las consecuencias más evidentes sería en relación al agua. La seguridad hídrica es muy compleja y amplia, pero principalmente tiene tres componentes: cantidad de agua, calidad de agua y el tema sociopolítico de gobernanza y acceso al agua. El derretimiento de los glaciares afectará a los dos primeros. Este impacto será especialmente notable durante las estaciones secas, cuando la contribución del derretimiento glaciar en las cuencas altas cercanas a los glaciares podría ser significativa. En algunas de estas cuencas, la contribución glaciar representa entre el 70% y el 90% del caudal total del río. Esto significa que si los glaciares desaparecieran, podríamos anticipar una disminución de entre el 70% y el 90% en los aportes de agua durante la época seca, sin considerar aspectos que todavía no comprendemos bien, como el flujo subterráneo de agua. La reducción en el caudal sería más notable en estas áreas en comparación con zonas más bajas, incluyendo la costa, donde los cambios en el caudal no serían tan pronunciados.
Sobre el impacto en la calidad del agua, el drenaje es el principal problema. Hay zonas y cuencas donde debido a la geología hay minerales y metales pesados de forma natural, que ahora quedan expuestos por primera vez debido al retroceso del glaciar. Estos sedimentos se lavan poco a poco con la precipitación, y todo eso ingresa al río y al agua. Por lo tanto, hay una carga muy fuerte de metales pesados, como óxidos y piritas. El pH, que es un indicador del nivel y calidad del agua, disminuye considerablemente, es decir, el agua se vuelve más ácida. Esto ya es un problema en la actualidad. Por ejemplo, en Huaraz se conocen cuencas que se han acidificado muchísimo en los últimos años, pues han pasado de estar cubiertas por hielo glaciar a un proceso de drenaje ácido de las rocas. Un ejemplo concreto es Olleros o Río Negro en la Cordillera Blanca.
Finalmente, un tema que a menudo se pasa por alto son los valores humanos, culturales y espirituales. Para las comunidades, los glaciares son apus (deidades). Los consideran seres vivos y parte de la composición de la naturaleza, la espiritualidad y la cosmovisión, al igual que las lagunas y los ríos. Cuando hay un aluvión, por ejemplo, se interpreta como una manifestación de su furia. Entonces, la idea es que el retroceso de los glaciares se debe a que están enfermos, y que esto está siendo causado por la acción humana.
Si este proceso se acelera, ¿cómo podría afectar a zonas y regiones distantes, incluyendo grandes ciudades como Lima?
Lima para mí es un ejemplo que no ilustra bien la importancia de los glaciares en cuanto a su contribución hídrica. Una gran parte de la población reside allí, pero el aporte glaciar en el suministro hídrico de la ciudad es limitado. Esto contrasta con lugares como pueblos en la Cordillera Blanca, donde los glaciares tienen un papel mucho más importante.
La percepción común es que si los glaciares se derriten no habrá agua. Sin embargo, esta idea no es exacta y no se puede generalizar. Algunos lugares podrán experimentar escasez de agua, otros podrán tener agua de mala calidad, y para otros todo seguirá siendo casi igual. A medida que nos alejamos de las zonas glaciares, la influencia de estos en la cantidad y calidad del agua disminuye. Por lo tanto, en lugares más distantes, como la costa, otros factores como la precipitación tienen un impacto mayor en el suministro de agua. Sin embargo, en la cuenca alta la situación es diferente y los efectos del deshielo y el aporte hídrico del glaciar pueden ser grandes.
Entonces, para Lima y otras ciudades costeras, como Trujillo, el impacto del retroceso glaciar no es algo crucial. En el caso concreto de la capital, sufrirá más por problemas como la alta demanda de agua y la ineficiencia en el sistema de distribución. En la vertiente oriental, donde los aportes glaciares son relativamente menores, ocurre algo similar. A medida que descendemos desde las zonas más altas hacia la selva, la contribución glacial se reduce significativamente debido a la abundante lluvia.
¿Qué medidas podrían implementarse para contrarrestar o desacelerar el derretimiento de los glaciares? ¿Existen enfoques innovadores o tecnologías que podrían ser viables para aplicarse y contribuir a protegerlos?
No es factible detener el proceso de derretimiento glacial con la tecnología actualmente conocida. Debemos reconocer que, al menos con el nivel actual de conocimiento científico y la información disponible hasta este momento, no hemos logrado encontrar una manera de detener este fenómeno. En los próximos años, es poco probable que podamos tomar medidas lo suficientemente efectivas como para reducir o detener el retroceso glacial. La situación es imposible de cambiar hoy en día.
¿Por qué afirmo esto? En primer lugar, es poco realista esperar que de la noche a la mañana se detengan todas las emisiones y se reviertan los efectos del calentamiento global. Incluso si detuvieramos todas las emisiones hoy mismo, con el tiempo veríamos una disminución en el aumento de la temperatura, pero los glaciares continuarían retrocediendo casi al mismo ritmo. Esto se debe a que los glaciares se ajustan a las condiciones atmosféricas de años anteriores.
Existen algunas ideas interesantes, como pintar las montañas de blanco o cubrirlas con plástico. Son métodos que funcionan a nivel local al disminuir el impacto de la radiación de onda corta, reduciendo así el derretimiento del hielo. Pero no son soluciones prácticas a gran escala. No es viable cubrir extensas áreas con plástico, y tampoco sería una solución aceptable vivir en un entorno así. También hay proyectos como las «ice stupas», que involucran la creación artificial de pequeños glaciares cónicos utilizando agua helada. Estos proyectos podrían ser interesantes como soluciones de adaptación local en subcuencas que requieren agua adicional durante la época seca.
Frente a esta realidad inevitable, ¿qué políticas y estrategias podrían implementarse para adaptarnos y prepararnos mejor para estos impactos, especialmente en las zonas más afectadas?
En las cuencas más afectadas es necesario actuar sin demora e implementar medidas para la adaptación de inmediato. Por ejemplo, soluciones basadas en la naturaleza que aprovechen el conocimiento local y cuenten con una mayor aceptación si se trabajan en colaboración con la comunidad, utilizando técnicas ancestrales. Un ejemplo de esto son las cochas, amunas, sistemas de riego y métodos de conservación, como la recuperación de bofedales. También debemos considerar otros aspectos, como el impacto económico en el turismo y en las hidroeléctricas que dependen del agua glaciar. En algunas cuencas de mayor tamaño y alta demanda, será necesario construir infraestructuras grises como reservorios, pero es importante planificarlos y diseñarlos en colaboración con la población para minimizar impactos negativos.