Olas de calor en la Amazonía: ¿cómo y por qué repercuten en la salud pública?
Temperaturas más altas de lo esperado han puesto en alerta a autoridades de regiones amazónicas como Madre de Dios, pues podrían estar vinculadas con casos de descompensaciones y muertes registrados en las últimas semanas. En ese sentido, en diálogo con Gabriela Salmón, especialista en temas de salud pública y medio ambiente e investigadora del INTE-PUCP, analizamos cómo se vinculan estos fenómenos con el estado de bienestar en la Amazonía y comentamos sobre cómo manejar la situación.
Con sensaciones térmicas que superan los 40°C y temperaturas por encima de los 36°C, se ha activado la alerta naranja en la selva peruana. Se registran casos de deshidratación y temperaturas corporales elevadas desde hace algunas semanas.
De hecho, Perú se encuentra entre los países con mayor cantidad de muertes por olas de calor en el mundo. En un contexto en que el cambio climático y el Fenómeno de El Niño amenazan el bienestar de las personas, es importante entender la relación entre la salud pública y el medio ambiente. Salmón nos acompaña a continuación para resolver algunas interrogantes.
¿Qué influye en el contexto actual?
Debemos comprender que, cuándo hablamos del Fenómeno de El Niño, que es lo que estamos enfrentando inmediatamente, se ve con una mayor intensidad debido a que está enmarcado dentro de uno de los acontecimientos más importantes y que afecta a todos a nivel global: el cambio climático. Este se produce por la emisión de gases de efecto invernadero, sobre todo por la combustión de combustibles fósiles y la deforestación, lo cual ha ido generando un aumento de las temperaturas, que es lo que podemos observar en la Amazonía, como menciona la especialista.
Impactos directos e indirectos de las olas de calor
El contexto relatado por Salmón tiene un impacto directo en la salud de algunas personas, como en este caso los niños pequeños y personas mayores. Pero también existen repercusiones indirectas, explica. Por ejemplo, tanto sequías como inundaciones pueden influir en las cadenas de suministro de agua, alimentos (inseguridad alimentaria) y luego en la malnutrición.
De hecho, en relación al agua, solo hace falta mirar hacia atrás para recordar: “En 2017, en que había agua que bajaba con muchísimos objetos como barro y madera y no se pudo abastecer por varios días. En esas circunstancias, es posible tener agua sin tratamiento adecuado, lo cual genera también enfermedades bacterianas, por ejemplo”, explica. Por ello el ser humano tiene un rol importantísimo en cómo gestiona los desastres ya que, de no hacerlo bien, acarrea consecuencias perjudiciales para el estado de bienestar.
Además, la quema de combustibles fósiles libera material particulado que genera un impacto en las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Entonces, definitivamente hay una necesidad de gestionar esta amenaza a la salud de las personas, sobre todo las más vulnerables.
¿Qué recomendaciones podemos aplicar para enfrentar las consecuencias?
Una recomendación importante desde las políticas públicas, argumenta Salmón, es la necesidad de contar con sistemas efectivos de alerta temprana, para lo cual es importante tener en cuenta que, en Perú, la mayoría de las personas vivimos en las ciudades (aproximadamente un 80%). Esto genera la necesidad de adaptar y asegurar también los entornos urbanos.
Pero no es lo único que se necesita: es imperante asegurar también los espacios con cobertura vegetal como los bosques urbanos: estos ayudan a mantener la temperatura, propician tener agua fresca y debemos considerar contar con espacios verdes interconectados. Aquí la especialista hace una acotación relevante: mantener estos ecosistemas requiere de liderazgo y gobernanza de autoridades y comunidades locales.
Asimismo, actuar de acuerdo a las necesidades regionales: “En el Perú tenemos una serie de lineamientos y normas, así como un Plan de Acción Nacional de adaptación e implementación tiene que hacerse a nivel local”, recuerda la experta En esa línea, resalta el concepto de adaptación en un país geográficamente diverso como el nuestro, es necesario entender que las medidas de gestión que podrían funcionar, por ejemplo, en Juliaca, no pueden aplicarse de la misma manera en una ciudad amazónica como Moyobamba, donde se tiene condiciones distintas.
Madre de Dios: de los lugares más calientes en la Amazonía
Algo que sucede mucho en la Amazonía es la reducción de espacios con cobertura vegetal, es decir, árboles. Teniendo en cuenta el calor que existe de por sí en esta región del planeta, la reducción de áreas verdes para la expansión urbana y otros motivos de la deforestación han generado que el clima extremo se acentúe en las “islas de calor” (aumento localizado de la temperatura en entornos urbanos), junto a la sensación térmica.
Gabriela Salmón explica que esto se vuelve un problema aún más grave para las personas que trabajan en el campo o al aire libre, bajo la luz directa del sol. La exposición al calor extremo en contextos de olas de calor puede generar mareos, sudoración excesiva, vértigo, calambres, deshidratación y hasta la muerte. En esa línea recalca que los gobiernos locales y regionales deben prestar especial monitoreo en este contexto de cambio climático y fenómenos como El Niño. “Es necesario identificar a la población vulnerable para asegurar y adaptar nuestros entornos para estos retos que estamos enfrentando”, concluye.