El otro Niño: la sierra central y sur peruanas sufren ante sequía
Texto: Daniel Contreras Zuloaga
El actual Fenómeno del Niño agrava el déficit hídrico que ya venía atravesando la región altoandina central y sur en los últimos años. La falta de precipitaciones, particularmente pronunciada desde el año pasado, afecta la vida cotidiana y la economía de la población, incluyendo la producción agrícola, ganadera y el consumo de agua potable.
El estrés hídrico se agudiza en varias regiones del país. El gobierno peruano anunció a mediados de septiembre la declaratoria de emergencia por déficit hídrico en 544 distritos del centro y sur peruano, lo que incluye a las regiones de Arequipa, Cusco, Apurímac, Huancavelica y Junín. En mayo pasado, las autoridades ya habían declarado el estado de emergencia en otros 131 distritos debido al mismo motivo.
Según la meteoróloga Yamina Silva, investigadora invitada del INTE-PUCP, esta situación no es nueva y se viene manifestando en los últimos años, pero se ve agravada por la presencia del Fenómeno del Niño.
“La sierra sur ha experimentado un déficit hídrico no solo este año, sino también en años anteriores”, señala la especialista. Este déficit es particularmente notorio durante la temporada de lluvias, que en los Andes centrales y sureños suele iniciar en noviembre y termina en abril.
“Este año y el previo este déficit no se ha limitado al pico de precipitaciones entre enero y marzo, sino que afectó incluso al inicio de la temporada de lluvias”, precisa Silva.
“Durante el último período normal de lluvias no hemos recibido la cantidad necesaria de precipitaciones para la siembra principal, que normalmente comienza en agosto”, complementa Eberth Molina, antropólogo cusqueño y experto en desarrollo territorial.
Mar caliente, menores lluvias en los Andes
¿Por qué el Fenómeno del Niño afecta las precipitaciones que suelen caer en la región altoandina central y sur del país? La razón principal recae en el calentamiento del Pacífico Central, indica Silva.
“Cuando esto sucede se altera la atmósfera y los patrones de viento húmedo que vienen del este, es decir, desde la Amazonía, se debilitan. En su lugar, hay una entrada de aire desde el Pacífico, que suele ser más frío y más seco. Esto reduce las precipitaciones en los Andes”, explica la experta.
Este patrón se ha podido observar durante Fenómenos del Niño anteriores, como el de 1982-1983, cuando hubo abundantes lluvias en la costa norte y sequías extremas en la sierra sur.
¿Podría repetirse el déficit hídrico en la próxima temporada de lluvias? Las predicciones no son alentadoras, especialmente si persiste el calentamiento del mar. “Hemos advertido que la temporada de lluvias enfrentará un déficit debido a estas condiciones oceánicas”, afirma Silva.
Según un informe reciente del Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred), se esperan lluvias deficitarias en la sierra central y sur durante el verano del 2024.
Esto podría significar muy malas noticias para la región, que es especialmente vulnerable al estrés hídrico.
“Todas las fuentes de agua como las aguas subterráneas, glaciares, lagunas y cuerpos de agua superficiales dependen en última instancia de las lluvias para recargarse. Por lo tanto, si experimentamos periodos prolongados de escasez de lluvias, estas fuentes también verán mermados sus recursos hídricos con el tiempo”, advierte Silva.
Según datos arrojados por investigaciones en las que ha participado la meteoróloga, existe una tendencia a la baja respecto a las precipitaciones en ciertas zonas altoandinas.
“Este fenómeno es evidente en la zona del Mantaro, donde hemos estado trabajando durante mucho tiempo. Notamos que el periodo de lluvia se está acortando, con una tendencia de aproximadamente tres días menos de lluvia por década”, afirma la experta.
Infraestructura insuficiente
Ante este panorama, se podrían tomar medidas de prevención, sin embargo, de acuerdo con Eberth Molina, nuestro país no invierte adecuadamente en la infraestructura necesaria para enfrentar eventos climáticos como la sequía.
“Solemos hablar de la necesidad de escuelas, centros de salud y carreteras, pero la brecha es aún más crítica en el caso de eventos climáticos. Esto se refleja en la falta de reservorios, sistemas de riego y tecnologías avanzadas para el uso del agua, especialmente en la agricultura”, dice.
Si bien el especialista resalta que existen algunas iniciativas interesantes que buscan hacer frente a estos desafíos climáticos, su alcance es limitado.
“Se están reviviendo métodos ancestrales de construcción de infraestructura, como las cosechas de agua. Sin embargo, estos proyectos son insuficientes para satisfacer las necesidades de la población y las áreas de cultivo que abastecen a los principales mercados”, enfatiza Molina.
Según el experto, las autoridades regionales sí cuentan con los suficientes recursos económicos para al menos mejorar la deficiente infraestructura. “Aquí radica la importancia de tomar decisiones acertadas sobre cómo y dónde invertir los recursos. La calidad de la inversión también se mide por la capacidad de responder a las necesidades reales de la población”, señala.
“Cuando hablamos con las familias y las personas, lo primero que mencionan es la necesidad de agua, ya que sin ella no se puede avanzar en el crecimiento poblacional, el desarrollo urbano ni las diversas actividades agrícolas o industriales”, añade el especialista.
Impacto social
En el caso del Cusco, la actual sequía ha impactado fuertemente a las asociaciones de vivienda en áreas urbanas de la región, que enfrentan problemas para satisfacer las necesidades básicas de los residentes.
“Estamos experimentando conflictos por el agua debido a que las principales fuentes de abastecimiento, como la laguna de Piuray y el proyecto Vilcanota, ya no pueden proporcionar suficiente agua para atender a los más de 400,000 habitantes en la ciudad de Cusco”, afirma el experto. “Pueblos hermanos están enfrentándose por el acceso a este recurso”.
Además, el especialista indica que la escasez de agua en la zona está provocando un éxodo masivo de la juventud rural hacia las ciudades y otras regiones, donde muchas veces se exponen a situaciones peligrosas como la trata de personas y el trabajo en la minería ilegal.
Economía afectada
Actividades como la agricultura y la ganadería, que aportan considerablemente no solo a la seguridad alimentaria de la población sino a la economía local y nacional, también se han visto seriamente afectadas.
“La gente ha percibido menos ingresos al no poder vender suficientes productos, por lo que ahora no cuenta con los recursos para comprar. Cuando la producción agrícola es limitada, las personas se ven obligadas a reducir su consumo” señala Molina.
En el caso de la ganadería, que es una importante fuente de subsistencia en las regiones de Cusco, Puno, Apurímac y Arequipa, muchas comunidades han tenido que reducir la cantidad de animales que crían ya que no hay suficiente pasto para alimentarlos.
“Por ejemplo, si alguien tenía antes 20 cabezas de ganado vacuno, ha tenido que vender varias de ellas y quedarse con unas pocas para obtener algún ingreso”, explica el antropólogo.
Finalmente, Molina hace un llamado a que las autoridades aprovechen y utilicen los instrumentos de gestión que ya existen para enfrentar y abordar los problemas y desastres naturales, como la Estrategia Regional de Adaptación al Cambio Climático.
“Esta permite obtener información sobre la situación regional y las acciones que se pueden llevar a cabo en diversas áreas, como agricultura, población, energía, ecosistemas glaciares y salud, e identifica quiénes son los responsables de estas acciones. Lamentablemente, no se le otorga la debida relevancia”, concluye el experto.