No es solo Uruguay: el estrés hídrico amenaza al Perú
Texto: Daniel Contreras Zuloaga
Cusco está en riesgo de quedarse sin agua en los próximos meses, mientras que el suministro hídrico de la costa es altamente vulnerable al cambio climático. Teresa Oré, experta en recursos hídricos e investigadora del INTE-PUCP, recomienda tomar medidas urgentes para mejorar la infraestructura y la resiliencia de la población.
Uruguay enfrenta una situación dramática: sus habitantes están cerca de quedarse sin agua. El pasado 19 de junio, su gobierno decretó la emergencia hídrica en el área de Montevideo, su capital y ciudad más poblada. Este país enfrenta su peor sequía en 74 años, lo que prácticamente ha agotado la capacidad de las reservas que abastecen de agua potable a la mayor parte de su territorio.
El estrés hídrico, que ocurre cuando la demanda de agua supera a la cantidad disponible para satisfacerla, también está afectando a otros países de la región, incluyendo al Perú. Recientemente, la Empresa Municipal de Agua de Cusco anunció que esta ciudad se podría quedar sin agua dentro de tres meses.
De acuerdo con Teresa Oré, socióloga experta en recursos hídricos e investigadora del INTE-PUCP, no sorprende que la situación en Cusco sea crítica considerando que la región sur del país enfrenta actualmente una fuerte sequía.
“El problema es que se debería haber previsto esta situación”, afirma. “Sin embargo, en nuestro país no se prevé nada, y parece que eventos naturales como el Fenómeno del Niño son considerados algo imprevisto”.
Un problema político
En el caso de las regiones, las empresas de agua y saneamiento están bajo la administración de las municipalidades en lugar de una entidad centralizada como Sedapal. Estas enfrentan problemas con el presupuesto, lo que les impide mantener y construir infraestructura de buena calidad.
“Muchos de estos lugares cuentan con sistemas hidráulicos obsoletos. Por ejemplo, algunos pozos están abandonados y hay problemas en la infraestructura relacionada con el agua y saneamiento, especialmente en áreas rurales”, explica Oré.
La especialista señala que se deberían haber construido reservorios modernos con tecnología avanzada, pero esto no ha ocurrido. “Seguimos con la misma infraestructura de hace 16 años, y no se destinan recursos económicos para mejorarla”, lamenta. Como consecuencia de ello, Perú tiene una de las más bajas capacidades de almacenamiento de agua en América Latina, según un informe reciente del Banco Mundial.
Además, al momento de nombrar a las autoridades regionales en temas vinculados al agua, se priorizan criterios políticos antes que técnicos. También, existe una alta rotación en los cargos cada vez que hay cambio de gobierno, lo que dificulta la continuidad en la gestión.
“No se debería cambiar a las autoridades, porque esto no es un tema político sino una cuestión de seguridad directa para todos. Si tuviéramos técnicos estables con una visión a largo plazo, sin presiones políticas, podríamos tener una gestión del agua y una gobernanza diferente. Desafortunadamente este no es el caso”, dice Oré.
Perú, país vulnerable
A pesar de que Perú es el octavo país con más agua dulce en el mundo, este dato es engañoso. Una desproporcionada cantidad de este recurso se encuentra en la Amazonía, mientras que en la costa, que concentra la mayor parte de la población y actividad económica, es escaso.
Además, según un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en nuestra región los ciclos del agua están experimentando alteraciones dramáticas, producto de eventos climáticos extremos como inundaciones, sequías y ciclones. Si la situación empeora, afectará significativamente a la economía y sociedad peruana.
“Todos sufriremos las consecuencias”, advierte Oré. “En el ámbito de la agricultura no habrá suficientes alimentos como estamos acostumbrados, y las industrias deberán reducir su producción, incluyendo las extractivas”.
Asimismo, un escenario de escasez de agua sería favorable para la propagación de enfermedades infecciosas, como el dengue. “Nuestro sistema de salud no está preparado para enfrentar ello”, señala la experta.
En el caso de Lima, que alberga a más de una tercera parte de peruanos, su agua potable proviene de diversas cuencas, siendo la principal la del Rímac. Estos trasvases de agua son altamente vulnerables. “Si la sierra experimenta una sequía, y cada vez hay menos agua disponible, se espera que la planta de la Atarjea, que abastece a la capital, enfrente una escasez más severa”, afirma Oré.
Además del rápido deshielo de los glaciares, otros factores amenazan a las fuentes de agua potable en Lima y otras ciudades de la costa. “Se habla muy poco del agua subterránea, que tiene una excelente calidad y es crucial durante épocas de sequía o eventos naturales extremos. Estos acuíferos están siendo depredados”, indica la especialista.
Hacia terreno desconocido
De acuerdo con Oré, las autoridades y la sociedad en su conjunto deberían basar su estrategia para enfrentar esta problemática en tres puntos: prevención, resiliencia y mitigación.
“Aumentar la resiliencia implica promover que las personas tomen medidas preventivas desde ahora en sus actividades diarias. Por ejemplo, reducir la duración de las duchas, reciclar el agua utilizada para riego o reutilizar el agua al momento de lavarse las manos”, explica la experta.
En algunos distritos de Lima Metropolitana, el consumo diario de agua supera el promedio de 100 litros por persona recomendado por los organismos internacionales, señala Oré.
En ese sentido, ella recomienda una mayor regulación respecto al uso de agua, lo cual podría incluso incluir horarios específicos para el suministro de agua. “Es esencial contar con una regulación fuerte y una autoridad que la supervise, porque nos estamos acercando a terreno desconocido en términos de escasez de agua”, recalca.
Como parte de la estrategia para mitigar los impactos de las sequías y otros eventos climáticos extremos, la especialista recomienda la construcción de más reservorios, así como asegurarse de que la infraestructura de los ríos esté en óptimas condiciones.
Necesidad de concientizar
Otro punto clave para Oré es la necesidad de educar y preparar a la población para enfrentar la situación.
“La gente generalmente desconoce lo que está sucediendo y continúa viviendo como si siempre hubiera agua disponible en los grifos o para el riego. No se comprende la magnitud del problema y se piensa que es algo temporal o coyuntural, cuando no es así”, dice la especialista.
“Es fundamental educar a la población sobre hábitos para aumentar su resiliencia y evitar la desinformación que ocurrió en Uruguay, donde de un día para otro faltó agua y la gente no sabía por qué”, añade.
Finalmente, Oré destaca la importancia de alcanzar un acuerdo sobre este tema involucrando al gobierno, la sociedad civil y la academia. “Nos estamos dirigiendo a una crisis global del agua. Si no se llega a un acuerdo que nos permita tener un plan conjunto y avanzar en una dirección determinada, no podremos salir de esto”, advierte.